Entrevista a Marcelo Pakman: Micropolítica, Poética, Evento y Sentido

Entrevista a Marcelo Pakman: Micropolítica, Poética, Evento y Sentido

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por Wanda Assis, Claudia Magalhaes y Valeria Henriksson

Introducción

Esta entrevista fue realizada al final del curso “El cambio corporal en psicoterapia”, realizado en el 2018 en Castione della Presolana por las coordinadoras del grupo y organizado por el Centro Milanese di Terapia della Famiglia, con la participación como docentes de Pietro Barbetta, Silvia Briozzo, Marcelo Pakman, Piergiorgio Semboloni, Umberta Telfener, María Jesús Arrojo y Liz Arévalo. La entrevista fue propiciada, en principio, por la Asociación Brasilera de Terapia Familiar, como parte de una serie de entrevistas con profesionales que influyeron en el desarrollo del campo de la terapia familiar en Brasil.

Wanda Assis, Cláudia Magalhaes y Valeria Henriksson: ¿Cómo verías retrospectivamente tu trabajo en el ámbito de la terapia familiar y sistémica?

Marcelo Pakman: Mi trabajo ha atravesado diferentes períodos, pero creo que el hilo conductor ha sido la articulación de una práctica clínica sistémica con la crítica social y política, la epistemología y la filosofía -más que nada contemporáneas- y las artes, así como  con cuestiones relacionadas con los derechos humanos, el testimonio y la memoria. Mi práctica clínica ha estado por años relacionada con la salud mental comunitaria, así como con el trabajo en contextos de pobreza, de violencia y de disonancia étnica, pero desde temprano me dediqué también a hacer desarrollos en el campo de la cibernética de segundo orden. Posteriormente, fui integrando mi interés por otros autores e hice desarrollos sobre la terapia como una práctica social crítica y sobre  la importancia del conocimiento en acción, basado en mi lectura de la importancia de la obra de Donald Schön en la práctica clínica. 

A partir de ese punto me deslicé hacia un interés por definir las micropolíticas que se vuelven dominantes en sociedades y grupos sociales, así como en nuestro ejercicio profesional, y a desarrollar una perspectiva crítica social de la terapia, que era también una crítica social de hechos, más que meramente declarativa o de principios. Para ello, entendí la micropolítica a partir de conceptos desarrollados por Foucault y articulando la practica crítica con una elaboración más completa del cambio discontinuo, inspirándome en la lectura de autores que no habían sido tomados en consideración en el mundo de la terapia familiar, como Jean Luc Nancy y Alain Badiou, entre otros. Con la ayuda de esas lecturas desarrollé el concepto de eventos poéticos de cambio en psicoterapia.

Así se fue configurando una posición crítico-poética que creo que -en nuestro campo profesional- legitima, por una parte, una crítica de las posiciones micropolíticas que sostenemos sin darnos cuenta, y por otra, la atención a los procesos de cambio poético.

Para conceptualizar este último aspecto me fue necesario distinguir los fenómenos de sentido de los de significado, así como poner en primer plano los conceptos de verdad y de presencia, de imagen y de imaginación; cuestionando la sobrevaloración de los procesos lingüísticos de significado y de cambio dentro y fuera de la terapia, que tomaron relevancia en concomitancia al giro lingüístico en la filosofía y en las ciencias sociales de la segunda mitad del siglo veinte.

WA, CM y VH: El trabajo reflejado en tus libros Palabras que permanecen, palabras por venir (2011) y también Texturas de la Imaginación (2014), que ha sido publicado recientemente en versión italiana traducido y editado por Gabriella Erba (2018), así como su continuación ya disponible en español, El sentido de lo justo (2018), traen a la reflexión y a nuestras prácticas esos nuevos conceptos que mencionabas, como el de micropolítica y el de evento poético. ¿Que contribuciones hacen estos conceptos a la psicoterapia?

MP: Dado que soy un terapeuta, comienzo por la práctica psicoterapéutica. Es decir, no se trata de que un día se me ocurrieron un par de conceptos y después fui a ver si estos conceptos servían para algo en la psicoterapia. En el ejercicio de la psicoterapia notaba que sucedían algunos fenómenos que no estaban legitimados en la reflexión teórica. Es decir que sucedían pero no se mencionaban durante la reflexión teórica, sino que se hablaba como si no hubieran existido. 

Por ejemplo, mucha gente ha hablado de la importancia de la política en la psicoterapia y ocasionalmente se ha usado el término micropolítica, introducido por primera vez por Feliz Guattari. La dimensión micropolítica no es simplemente una política en pequeño, sino que la podemos rastrear conceptualmente hasta el oikos de la Grecia clásica, que es independiente de la dimensión de la política relacionada con la polis, con la ciudad, con lo que está fuera del hogar como ámbito íntimo de la vida familiar. El oikos tiene siempre una dimensión subjetiva y relacional peculiar. 

A mí me interesó esta dimensión micropolítica que no está basado en un interés general que yo como otros tenemos en la política; más bien, estaba tratando de ver los aspectos políticos que juegan en la práctica terapéutica, por el simple hecho de que se puede entender la micropolítica como algo que tiene que ver con las relaciones de poder entre las personas, con los conocimientos que se ponen en juego y con el modo en que estas relaciones de poder o conocimientos son utilizados (instrumentalizados) por las personas, que pueden ser los terapeutas o clientes, así como cualquier otro en la sociedad.

Y también me interesó ver cómo algunas de estas micropolíticas se vuelven dominantes sobre otras y tienen una gran influencia en cómo pensamos, sentimos, fantaseamos o hacemos ficciones, cómo percibimos, nos emocionamos, y en cómo todo esto está presente en los modelos terapéuticos mismos que usamos. 

A partir de la idea de que estos fenómenos micropolíticos están siempre presentes en lo que hacemos, me interesaba entender por qué no siempre determinan lo que hacemos; no somos esclavos, no estamos totalmente forzados u obligados por ellos, ya que hay siempre momentos que pueden desarrollarse para volverse eventos en los cuales nosotros ,y nuestros pacientes, logramos desviarnos de estos guiones que nos dicen cómo pensar, vivir, emocionarse, etc. 

Yo les llamo eventos poéticos no porque tengan que ver con hacer poesía, sino porque son fenómenos que nacen, que aparecen, que llegan a estar presentes, uno de los significados del término poiesis. Y esos fenómenos nos capturan tocándonos y siempre que no estemos cegados a los mismos y que tengamos una sensibilidad para percibirlos, podemos seguirlos y hacer posible su integración transformadora en aquella vida cotidiana, marcada por esas micropolíticas a las cuales los eventos poéticos interrumpen. 

WA, CM y VH: ¿Por qué es importante en relación con estos eventos poéticos la dimensión pre-verbal y extralingüística?

MP: Nosotros, formados en la segunda mitad del siglo veinte, respiramos una atmósfera intelectual en la que se le dio un lugar preponderante al lenguaje. Y no se trata de restarle importancia al lenguaje sino de entender que el lenguaje es muchas cosas diferentes y que además que podemos reconocer un desarrollo en el lenguaje. 

Nosotros nacemos sin hablar, como infantes, aunque el lenguaje está ya circulando en nuestro entorno y lo que se va a desarrollar como lenguaje está muy ligado con fenómenos que son,en principio, corporales, que suceden mientras somos cachorros cuidados por algunos adultos. Y esta relación del lenguaje, en su raíz enlazada a la corporalidad, nunca deja completamente de existir, y tiene que ver con algo que Gregory Bateson consideraba central para la ecología de la mente y que desarrolló más plenamente en los últimos años de su vida y que es el hecho de que no hay una materialidad pura o bruta, inerte por un lado, y un alma o espíritu o significados verbales que son sus herederos, por el otro. 

Esa concepción está presente en la dimensión del sentido que no se identifica ni con la sensorialidad ni con el significado, sino que es la raíz de este último, raíz entrelazada en esa corporalidad que nunca es una materialidad inerte para los humanos y que implica el hecho de que nuestras ontologías poseen siempre una propensión a incluir una valoración, una adscripción de valores, aún antes de la adquisición del habla. 

Sin embargo, a medida que desarrollamos la capacidad de abstracción hay una cierta ruptura de este vínculo entre los fenómenos proto-lingüísticos y su relación con el cuerpo y con cuestiones relacionales vinculadas al mismo. 

Este desapego con respecto a la raíz de sentido que nace en la corporalidad relacional hace que, en nuestro campo psicoterapéutico, lleguen a importar más los contenidos temáticos que la sensualidad, la sensorialidad y la materialidad de la vida cotidiana que, sin duda, son aspectos centrales en los fenómenos de encuentro humanos. Estos son los fenómenos que a mí me interesan, desarrollados a edad temprana en lo que llamo la ecología del regazo. He tratado de legitimarlos en la reflexión conceptual porque preceden y exceden a la dimensión del significado socio lingüístico y cuentan mucho en nuestra vida en general, en la psicoterapia y en los eventos poéticos, como ya los he definido.

WA, CM y VH: ¿Por qué tú subrayas también la diferencia entre representación y presencia en la psicoterapia?

MP: Durante la segunda mitad del siglo veinte también quedaron postergados los fenómenos de presencia e incluso en algunas corrientes filosóficas se pensó que eran una ilusión porque nosotros vivimos en un mundo de representaciones, no de cosas, y que cuando tratamos de encontrar lo real, esto no está en ningún lado, sino en representaciones.

Sin embargo, en la experiencia vívida, negada en su inmediatez por la primacía de la representación y el significado, también se encuentran presentes fenómenos que aparecen constantemente, así como existen fenómenos inmanentes que suceden y son eficaces independientemente de nuestra observación y conciencia; no debemos hacer nada para que eso ocurra, habitamos mundos que aparecen y que tienen su propia eficacia. 

La aparición de estos fenómenos de presencia es fundamental en los eventos poéticos. El término poiesis se ha utilizado anteriormente en terapia familiar.  La escuela chilena de Maturana y Varela utilizó el concepto de autopoiesis en biología para hablar de la organización de lo viviente.  Pero yo tomo el término poiesis en uno de sus significados que es el de llegar a la presencia o al nacimiento a la presencia.

WA, CM y VH: ¿Cómo se dan o suceden los fenómenos de presencia?

MP: Suceden porque estamos existiendo en un mundo, no hay que hacer nada especial, no hay que desarrollar una tecnología para que sucedan. 

Nosotros vivimos buena parte de nuestra vida en esa dimensión de presencia y no en una dimensión representacional. Ahora mismo, mientras estamos conversando, hay cosas que vienen a nosotros apareciendo como ficciones, como recuerdos, como proyectos, como percepciones. 

Son a veces apariciones impertinentes a lo que estamos discutiendo y aunque podamos postular en principio que tienen su propia dinámica política, social o inconsciente, en el proceso de nuestro encuentro las determinaciones de esas apariciones no logran verse como una cadena causal completa, sino que aparecen como una síncopa, para usar un término de Jean Luc Nancy, como un elemento discontinuo que no siempre puede ser reconducido a elementos estructurales subyacentes. Esto pasa continuamente porque nosotros no tenemos un acceso total a nuestro mundo, ya que este nunca aparece como una unidad, sino más bien en modo fragmentario. Estas apariciones, estas presencias, son fundamentales para hacer psicoterapia porque dan lugar a fenómenos de cambio. Por más que se haya puesto el acento en que nuestro acceso al mundo está siempre mediado por lo cultural, lo social y lo político, lo cual es indudable, eso no quiere decir que en esa dimensión mediadora se agote todo lo que sucede, porque nosotros ya estamos en el mundo aunque los fenómenos de mediación sean muy importantes de tener en cuenta. Pero también lo son esos otros momentos en que las cosas del mundo vienen a nosotros y nosotros aparecemos con ellas y esta dimensión singular para la terapia es fundamental. Es de lo que hablaba Susan Sontag cuando decía que necesitamos una erótica de los fenómenos de superficie y no sólo una hermenéutica interpretativa. 

WA, CM y VH: ¿Cuál es la relación entre imagen, imaginación y procesos terapéuticos?

MP: Hay una larga reflexión filosófica y también en el campo de la psicoterapia en la cual se entiende al concepto de imagen como un sinónimo de ficción. En esa perspectiva está el mundo y después las otras cosas que parecen ser una imitación del mundo, o nacidas a partir del mundo. Pero hay otra perspectiva acerca de las imágenes que vino con Kant, para quien las imágenes no son apariencias distinguibles de lo que son la esencia o la realidad del mundo, sino que son la aparición misma del mundo o de mundos, que pueden adoptar diferentes modos, el de la percepción de cosas, el de la fantasía o el del sueño, así como podemos estar al mismo tiempo en el modo de emocionarnos, algo que nos sucede siempre a los seres humanos.

Lo que no sucede siempre, es que se le de atención a estas apariciones de imágenes: ha habido muchas teorías y reflexiones que restan importancia a estos actos de aparición, fundamentales para eso de lo que aman hablar los terapeutas, o sea, la dimensión y la posibilidad de cambio. 

La imaginación, por su parte, se suele entender cómo una función del psiquismo individual; así como el páncreas produce insulina, tenemos un cerebro o una mente, que produce imágenes. Pero hay otra concepción posible que nos presenta la imaginación como un trabajo que hacemos en torno a imágenes (que aparecen, por ejemplo, en una mini-comunidad del acto terapéutico), trabajo que emerge cuando aparece un aspecto singular, que no encaja en el patrón o en el modelo de lo ya conocido.

Esta concepción tiene consecuencias, en particular, en relación a lo que llamo eventos poéticos, momentos de cambio discontinuo y singular en la psicoterapia y en la vida en general.

WA, CM y VH: ¿Qué reflexión quisieras hacer en relación con la terapia familiar, a propósito de estos conceptos y prácticas?

MP: La terapia familiar es un campo muy rico que nació como una empresa heterodoxa, ya que las raíces del pensamiento sistémico fueron múltiples, a diferencia del psicoanálisis que nació de Freud, una sola persona. El pensamiento sistémico nació del trabajo con adolescentes difíciles, psicosis, trastornos alimentarios, y fueron en principio experimentos con prácticas para las que ni siquiera había un nombre, ya que recién en los años 70 se afianzó el uso de un paraguas abarcativo que fue el nombre de terapia sistémica. Para entonces había ya 30 años de prácticas proto-sistémicas. A mí lo que me gustaría ver como futuro es la profundización de esas raíces múltiples sin caer en un mero eclecticismo. 

Existe, por ejemplo, una separación entre psicoanálisis y prácticas sistémicas, en la terapia familiar, que tiene que ver con el hecho de que los primeros practicantes proto-sistémicos, habían sido psicoanalistas descontentos, que se encontraban en búsqueda de cosas nuevas. Pero en esas primeras raíces de la sistémica, también encontramos un espíritu heterodoxo en la búsqueda de nuevas cosas, el no vivir repitiendo, sino educando desde el inicio la sensibilidad del practicante sistémico, con una exposición a las artes, las ciencias, la literatura, procesos políticos y filosofías que han explorado las muchas preguntas que podemos poner en relación acerca de la vida familiar y sus procesos de cambio.