Complejidad como Estética

Complejidad como Estética

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Ximena Dávila

Transcripción de Daniela Lagos

Reportamos aquí la transposición escrita de una intervención en video de Ximena Dávila, parte de la conferencia realizada en mayo de 2021 como parte de la conferencia Milan Approach Frontiers, dedicada a Humberto Maturana.
El video aparece en su versión completa en Metalogos. La revista griega dedica gran parte del número 40 a Maturana, con intervenciones extraídas de sus conferencias y comentarios sobre su obra. Entre ellos mencionamos intervenciones de Paradisis, Katakis, Tsarbopoulou, Karanikolaou, Pakman, Mouzas, Barbetta, Triantafillou y Fritjof Capra.
Ximena Dávila Yáñez estudió relaciones humanas y familiares, especializándose en relaciones de ayuda y psicoterapia en el Instituto Profesional Carlos Casanueva (IPCC) en Chile.
Su preocupación en las relaciones humanas ha sido comprender cómo surgen el dolor y el sufrimiento en las relaciones y cómo una persona puede salir de ellas. Es la creadora de la Conversación Liberadora, para que en ellos haya plena aceptación del otro. Un acercamiento a las conversaciones muy influido por el trabajo con el que colaboró Maturana en una relación que duró veintidós años. Relación que la llevó a ser cofundadora, junto al epistemólogo e investigador chileno, de la Escuela Matríztica, donde aún se desempeña como investigadora y docente.
Yo no hago terapia, facilito conversaciones liberadoras que tienen consecuencias terapéuticas”, dice el Dr. Dávila, entre muchas otras cosas interesantes.

Para ubicar mi trabajo con Maturana en Matríztica, lo vinculo a las mismas palabras utilizadas por el biólogo como “un nuevo amanecer en mi trabajo obra y en pensar”, esta afirmación es el eje central del descubrimiento conjunto y colaborativo. hecho por nosotros dos, una idea que también formará parte del prólogo del próximo libro que se publicará en los próximos meses. En el texto Maturana afirma: “al finales de la década del noventa, me vi envuelto en la terapia familiar, donde yo hablaba del amor como lo central, decía que el amor es la primera y la última medicina. Fue ahí cuando encontré a Ximena, conversamos mucho y en ese proceso me di cuenta de que no podía seguir hablando del amor en esos términos porque nadie entendía cómo se hacía, mis profesores y colegas me lo preguntaban y yo respondía amando, entonces ellos se alejaban de mi desilusionados. Los profesores respondían yo amo a los niños, pero no resulta así.

Ellos querían un método y el amor no conlleva una práctica terapéutica cuando se habla del amor como lugar común, es decir, sin sentido. Entendí que había llegado el momento para mí de quedarme en silencio y fue en esta circunstancia que encuentrè a Ximena.

Ese encuentro nos llevó a un renacer transformador, ella me mostró algo que en mi modo de ver como biólogo no había visto y es que los seres humanos no somos sólo seres biológicos, sino que somos personas en nuestro vivir individual como seres reflexivos.

A partir de esto, podemos decir que somos responsables de lo que decimos y hacemos, lo que me llevó a ver las dimensiones de mi propio vivir individual donde lo fundamental es que el humano ocurre en el vivir y convivir como persona.

También pude ver que, si no comprendemos esto, no podemos comprender el amar y no podemos darnos cuenta de que amarnos es un acto unidireccional, en la posición de ver al otro u otra sin exigencias y sin expectativas”.

¿Por qué cito estas palabras del Dr. Maturana? Precisamente para situarme como terapeuta a partir de una visión que ha emergido en modo colaborativo del hecho mismo de dialogar, conversar, intercambiar con otro. En esa línea agrego: yo no hago terapia, yo hago conversaciones liberadoras con consecuencias terapéuticas. De dónde sale esto? Es algo que salió de mi trabajo con la gente. Cuando conversaba con las personas ellas luego me decían me siento liberada/o, me siento más liviana/o, esto, por cierto, no forma parte de un método, por eso pensè de llamarlo conversaciones liberadoras. Me encanta lo de indisciplinado porque lo que hemos creado en estos veintidós años es lo que llamamos biología cultural. Somos inescapablemente seres biológicos culturales.

¿Por qué biología cultural? Porque somos seres culturales. Seres vivientes. Traeré un concepto que quizás ya conozcas. Por un lado, recordando el concepto de sistemas autopoieticos moleculares que se producen a sí mismos durante la vida, finalizando con la muerte y, por otro lado culturales, porque somos en el lenguaje, en la conversación, en la reflexión.

Con esto, es imposible separar al ser biológico, que llega a su fin con la muerte, de la cultura expresada en el lenguaje y en la capacidad de reflexionar y de convivir con otros, como se señalaba anteriormente.

Cito a Gregory Bateson en la declaración de que la tragedia humana es epistemológica: “Nos preguntamos por los fundamentos de nuestros propios pensamientos. Estamos inmersos en un lenguaje bipolar, dualista, como medio para manejar la diferenciación desde un pensar lineal/causal y reducimos nuestra propia observación respecto de nuestro modo de relacionarnos con el mundo”.

Entonces lo que estoy explicando es que la biología cultural, para entender sus supuestos, no es un método y no es una teoría: es un entendimiento, es el sustrato epistemológico desde el cual digo lo que digo, desde el cual hago lo que hago y conozco y decido el mundo en el que vivo.

La pregunta tradicional de la filosofía ha sido la pregunta por el ser, sin embargo, Humberto Maturana realiza un cambio de pregunta desde la biología, que tuvo repercusiones en el ámbito de la terapia, así como en varios otros ámbitos”.

Sin embargo, nunca se declaró filósofo ni epistemólogo. Afirmó: “Si digo que soy filósofo, me preguntarán por Kant, y no sé hablar de Kant”. Yo, en cambio, le dije: “Si no te declaras filósofo, nos crearás un grave aprieto. Porque todo lo que tiene que ver con el campo de las relaciones humanas, lo que concierne a la transformación cultural, la transformación psíquica y la forma en que nos relacionamos, está en la epistemología, la filosofía y la ciencia”. Estaba de acuerdo con eso y en nuestro trabajo hablamos de una epistemología unificada.

Como dicia a Maturana, para hablar de conversaciones liberatorias se trata de situar el sufrimiento como un elemento con origen cultural, entendida la cultura como una red de conversaciones orientada al control que genera inseguridad, desconfianza y donde el amar, que es el dejar aparecer, sin exigencias, sin expectativas, sin querer cambiar al otro, hace que el encuentro con una persona sea en el acto terapéutico un espacio de organización de la disposición psíquica, sensorial y emocional, desde el entendimiento de los fundamentos a la base de la clase de los seres que somos: seres vivos, seres humanos, que facilitan su encuentro través de dejar aparecer al otro. En ese sentido, la ayuda directa hacia otros no existe, sino solo la posibilidad de contribuir a gatillar un proceso. Desde una mirada sistémica es un mirar desde otro lugar.

Entonces, cuando la persona dice gracias al terapeuta, el terapeuta debe decir “gracias por escuchar”. Entonces, desde un punto de vista sistémico, lo vemos desde el otro lado. Una vez le dije a Maturana que los sistémicos se han vuelto lineales en la historia. Entonces comencé a hablar sobre el pensamiento sistémico para considerar el frente de onda recursivo, que es el que produce el encuentro. Además, en el trabajo con Humberto hemos escrito un texto que habla de la unidad dinámica, ecológica, del nicho del organismo. Entonces, en el momento en que aparece un ser vivo, sea quien sea, aparece el nicho que lo hace posible.

Cuando nace un bebé, sale de un útero biológico, al útero de la cultura. Y esta matriz de cultura o la contiene, la nutre, la ama o la traiciona.

Entonces digamos que al discutir libremente, lo que se produce en el encuentro es la producción de un co-nicho, donde yo soy parte de un co-nicho con mis dolores, con mis vivencias, con mi vida. Y lo que se produce –hay algo maravilloso en este encuentro porque este encuentro es único – está en el presente. En el presente estamos, porque lo único que tenemos es el presente que vivimos, ya no tenemos nada. Y entramos en un lugar donde nada de lo exterior cuenta. Sólo a partir de ahí, debe estar completamente ahí. Y esto, el “estar ahí”, termina en sí mismo. No hay un “avanzar”, es una experiencia única, es una experiencia estética. Y la persona se va, y cuando vuelve, o quiere volver o decide seguir, por algo que ha descubierto y en lo que quiere profundizar, es un momento nuevo. Porque yo me he transformado, y la persona se ha transformado, y por eso no hay “avanzar” sino que creamos una historia juntos.

Agrego algo sobre los principios básicos de la biología cultural, es un hecho biológico que uno nunca determina lo que el otro escucha de lo que uno dice. No tengo como especificar lo que el otro escucha de lo que yo digo, por lo tanto, se transforma el escuchar en este espacio con otro, con otra, con las personas, un acto de escucha para descubrir desde donde el otro dice lo que dice, porque siempre habla desde un criterio de validez, desde su experiencia y yo tengo que descubrir cuáles son esos criterios de validez.

Quien trabaja con personas debe partir de la reflexión: “¿yo escucho al otro o me escucho a mí mismo?” Pues sostiene que mientras más apegos tengamos con ideologías y teorías menos posibilidades hay de comprender desde donde el otro dice lo que dice. Por lo tanto, además de entender la biología cultural, ya que entender es parte de mi forma de vida. Así que no solo escucharé dentro del arte terapéutico o en un laboratorio, o en una organización, sino que escucharé en mi forma de vida diaria porque ya está arraigada en mí. Así que pregúntense acerca de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos: debemos mostrar nuestras emociones. Entonces tengo que dejarme aparecer para hacer aparecer al otro. En este “me dejo aparecer” caen mis certezas.